Entonces, desde estas fuentes pueden distinguirse dos etapas esenciales en el desarrollo de la vida primitiva, las cuales fueron experimentadas por el hombre a través de la experiencia y el interés por investigar lo que le rodea, mejorando así su calidad de vida.
EL HOMBRE CAZADOR: Su interés por sobrevivir, cultivó en él una actitud nómada, impulsándolo a estar en constante movimiento de un lugar a otro, tan pronto escaseaban los recursos. Como consecuencia de este nomadismo, el hombre cazador tubo que desarrollar una resistencia al dolor, al clima y a defenderse de sus predadores mediante lanzas, y trozos de piedra talladas a golpe. Se valía de lo que la naturaleza le ofrecía para sobrevivir, alimentándose de la caza, la pesca y de los frutos salvajes.
EL HOMBRE AGRICULTOR: En esta etapa el hombre logra encontrar estabilidad, organizándose en hordas o tribus. Los jóvenes tienen que aprender los fenómenos meteorológicos, el cultivo de plantas, el cuidado del ganado. También desarrollaban actividades de artesanía, como la cestería y la alfarería para usos domésticos.
EDUCACIÓN PRIMITIVA.
Estos pueblos no se limitaron sólo a la caza y la agricultura, sino que alcanzaron una superioridad social y cultural, reconociendo así, dos territorios específicos en donde pudo notarse la evolución del hombre en sociedad. Estos territorios son los aztecas y los incas, que dieron origen a una civilización basada en el sistema de clases sociales y llevaron a la educación, a otra fase.
Según Francisco Larroyo, la educación azteca tenia un carácter netamente tradicionalista, recibiendo gran influencia de la religión y creencias del pueblo. El niño recibía una educación doméstica hasta los 14 años en el hogar, bajo el régimen de la disciplina, la austeridad y la severidad; luego continuaba una educación pública dada por el estado en dos importantes instituciones, el Calmélac y el telpochalli. En el primero predominaba la formación religiosa y en la segunda, la guerrera.
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